Entre el cálido fuego, la luna resplandecía eternamente en la
noche. En aquel lugar yacía una perfecta combinación de belleza y
calidez que abrazaba el lugar.
Mientras un anciano miraba el resplandor de la llama atentamente, su
nieto, inquieto no dejaba de sentir tanta angustia. Entre sus facciones
se asía notar la melancolía que lo golpeaba a cada instante deformándole
el rostro como una flor seca y decaída..
- Que te pasa hijo, tu cara se desfigura a cada momento (mientras movía las brasas del fuego).
- Nada, solo… recuerdos (la decepción, hacía que su voz bajara cada vez más, hasta perderse en el silencio del lugar).
- Sabes, los recuerdos crea a una persona con sentimiento, nunca te
arrepientas de lo que has pasado. Porque la necedad que se puede
encontrar en su recuerdo más injusto, haría que la confianza
desaparezca, y no vuelva, pero aquella te dará que aprender. La
esperanza de seguir será los momentos felices de tu memoria.
- Que hay del dolor momentáneo, siento que me quebranta los huesos y revienta mis sesos.
- De ella la fortaleza, y de los recuerdo un alimento para la fuerza de voluntad y alma.
Son como sueños que nacen en lo más profundo de nuestra alma,
alimenta lo que podemos llamarle “emociones”. A cada instante estos son
activados como llaves que encienden las causales en nuestro cuerpo y
somos barridos en sus grandes corrientes, sin podernos librar de ellos.
Mientras cada vez que su abuelo hablaba, su rostro se armaba de
guerras ganadas y orgullo. Le sorprendió que su abuelo fuera como esos
filósofos chinos sacada de películas de karate.
Los años, sabiduría
Los momentos, experiencias